sábado, 28 de febrero de 2009

CARTA DE AMOR A UNA AMIGA



CARTA DE AMOR A UNA AMIGA
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Los domingos y los mayos me traen felices remembranzas del día de las madres, y es imposible que los vaivenes de mi memoria no logren fijarte, que yo no alcance a sentir lo que siempre sentí por ti, que mi memoria celular y estrictamente emocional no me impulsen a pensarte.

Te dejé un buen día, creyendo que nos volveríamos a ver muchas veces más, que mis regresos al hogar paterno iban a ser motivo de mutuas algarabías, que volvería a sentir la piel de tus mejillas al darte mis besos felices por volverte a ver, que estrecharía tu ser entre mis brazos para volverte a querer inevitablemente…pero no pudo ser. Aún recuerdo nuestra última despedida, me regresé a besarte y a decirte adiós, cuando el coche de Tito se detuvo a media calle, porque por suerte deseó pasarle un trapo al polvo del parabrisas y yo volví a bajar y a despedirme de ti, que estabas de pie junto a la puerta de casa. ¿Cómo íbamos a saber tú y yo que esa era nuestra despedida final en esta vida y para siempre?.

En días puntuales todavía estas tan viva para mi, todavía te pienso y recuerdo en tus faenas de casa y en tus trabajos intelectuales, escribiendo apasionada los libros que jamás te interesó publicar, leyendo tus libros y revistas del mundo Hollywoodense, porque te apasionaba el cine de la Época de Oro y al que tus hijos aprendimos a querer y a gustar casi como tú. ¿Cómo no recordarte por cualquier detalle?, porque amabas raramente a esta humanidad, porque te preocupaste del prójimo antes que de ti misma, porque le reñías a papá si iba despreocupado al andar, ocupando gran parte de la vereda, que tú decías era también de los demás, porque siempre tuviste ese extraño misticismo y esa conciencia por el prójimo y siendo tan grande, parecía que anhelaras ser transparente, no tener notoriedad, ni anhelar figurar por nada, ni ante nadie; ni cuando nos contaste sacaste el mayor puntaje de Ingreso en tu Universidad y en todas las carreras tu puntaje fue el más alto y el rector te felicitara ante toda una concurrencia congregada de alumnos que escuchaban las congratulaciones, sí, cuando tu hubieses deseado desaparecer de allí, por modesta.

Eras demasiado para este género humano, así lo pensaba y creo yo, todos te lograban querer con gran facilidad, todos quienes te conocieron sintieron gran simpatía por ti, por la alegría que contagiabas, por el gran amor y entrega que dabas a todos, por tu gran luz, tu increíble inteligencia y la serena belleza de tus facciones y tu genio dulce y suave. A veces creía que no eras de este mundo, que seres así no nacían ya, siendo frágil como una paloma eras increíblemente fuerte para la vida. Tenías la virtud que ahora se estudia y analiza en una Madre Teresa de Calcuta, pero hay algunas anónimas como tu y eso es lo grande y misterioso de esta vida.

Cuando estuve lejos de ti y tu cabello se fue destiñendo y haciendo muy blanco, no lo podía creer, aún eras tan joven y tan radiante para mi,… un sol, tu belleza serena y sabia reflejaba tu paz, tu equilibrio, toda tu armonía, que me sentí culpable a veces de estar lejos de ti, de haberme ido de tu lado y haberte “abandonado” como una chiquilla malcriada y traviesa, siendo tú mi gran amiga y cómplice…Yo te seguía sí, porque eras mi enciclopedia andante, porque me iluminaba tu ser, porque fuiste todo lo bello y lo grande que necesitaba tener y yo fui dichosa por estar cerca de ti, por conocerte y aprender de ti. Añoro nuestras charlas y disertaciones profundas y filosóficas sobre la vida, tu risa contagiante y tus graves silencios. Me quedan cortos los domingos de este mayo para pensarte y rememorarte.

Ahora ya a través del tiempo y las aguas, aunque sólo nos restara evocar lo que fuimos y nos dejaste, no puedo dejar de agradecerte y sentirme mal por haber estado lejos de ti cuando te ibas, cuando en tus últimos estertores de vida siendo aún conciente —porque te fuiste lentamente— pensaste en tus hijas lejanas, pero tan cercanas a tu corazón, en tu lecho de hospital y de dolor, y nos enviaste tu despedida cifrada y muda, imposible ya de ser dada en esta realidad comunicada de fax, teléfonos e Internet. Paradojas del destino. Hoy es cuando te volvería a dar mis besos y mi amor una vez más. Si la felicidad existe, yo le llamaría a mi vida contigo, así.


Barcelona 11 de mayo 2008.