jueves, 26 de febrero de 2009

COSAS QUE YA NUNCA TE DIRÉ



COSAS QUE YA NUNCA TE DIRÉ
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Sí intentara fumar como a los 14 cuando empecé…Pensar que no lo hacía por dolor, por el proceso lento que a mi cuerpo infringían las hormonas y por las sorpresas crudas con que un día te encuentras al crecer y dejar de ser lo que eras o lo que fuiste, no, no era por eso entonces, yo fumaba casi como los monos por imitación a mis amigas, las chicas del quinto, con quienes me juntaba estando aún en primero. A propósito de decir cosas increíbles y muy buenas de mi, mi madre les contaba a sus amigas, que como su hija era una niña especial, le aburrían soberanamente sus compañeras de clase, porque le parecían bobas o muy niñas y yo necesitaba curtirme de otras cosas y seguir pasando las fases, sino con las chicas de quinto, con chicas con un aire de mayores, que por lo menos eran increíblemente interesantes, porque ligaban mucho o se depilaban las cejas y tenían un estilo propio de ser imitado por todas, porque parecían ya unas perfectas señoritas, esbeltas y algo más finamente afectadas, que las otras chicas con acné, que aún peleaban como niñas y estaban fatalmente revolucionadas por las hormonas. En fin, pasé la fase a pesar de las del primero, el segundo, el tercero y el cuarto,… pero lo cierto es que jamás aprendí a fumar, a lo mejor les aprendí otras cosas, otras mañas más sutiles, pero es que hasta los 19 no sabía echar los humos de un cigarro como alguien que suele liarse un cigarrillo a mi edad; …no, nunca lo aprendí, ni sabré ya. Es ese tipo de cosas que alguna vez han pasado por tu vida de experimentación y que jamás emprenderás. Después vinieron los estudios para ingresar a la Universidad y abandoné los cigarrillos por fortuna, cuando capitulé conmigo misma, después de una bronquitis asmatiforme, de dejar los malos humos y el tabaco; abandonando los More y los Dunhill, cigarrillos de importación ingleses, que por cierto me traía mi padre, recién desempacados de los barcos trasatlánticos, porque mi madre lo convenciera de que yo ya era mayor y habría que respetarme en mi largo y tedioso proceso de encontrarme a mi misma, o a salir de mi tortuoso y supuesto laberinto de expiación. Me había ganado el respeto a fumar, por ser mayor, cuando en verdad ni era mayor, ni sabía fumar.

Así se van haciendo las distancias y los caminos de una vida, hay ciertas cosas para las que una parece estar predestinada y otras tantas que no acaban de cuajar, por más que tengas el tiempo, la dedicación, la libertad y la anuencia de tus padres para concretarlas. Así mismo, van rodando muchas piedras del camino, otras tantas se te meten en la piel como venenos y te marcan. Tu serás de aquellos que me dejaron la impronta, pero que nunca terminé de alcanzar.

Como en los juegos de ajedrez, se van tejiendo los hilos, van atacando a mi reina y voy matando peones, es preciso defenderse y terminar en el juego de estrategias para no perder las partidas.

Yo que ya no seré la que fui, marcada ahora como las flores del mal de Baudelaire, más cerca del mar, obligándome a coger de los pecados capitales, para alcanzar las estrellas, he deseado enmudecer.

A veces todavía creo que aunque no sepa ni fumar y jamás te llegue a alcanzar, seré capaz de bajarte la luna, de mirarte a los ojos, de hablarte de Venus, conectarte a mi vida,… pero no, hay cosas que ya nunca seré capaz de pronunciar, que ya jamás te diré. Que aunque me sepa tu nombre y haya jugado cual prestidigitadora a marcarme a fuego con cada letra de tu nombre, sin decirlo, el azar y estos dados del destino, no nos harán coincidir en esa magia de los pasados imperfectos y nos otorguen un presente de los dos.

Ansío sí fuese posible recuperar esa mirada que logró que tu te enamoraras de mi, así como cayó bajo su embrujo mi mentor espiritual, allá por los 80’s. Si la experiencia es un grado, anhelaría aprender tus métodos para enamorarme a pesar de las distancias y tu pericia para dejarme después, compuesta y sin novio. Claro está, que fueron parte de tus naturales y crueles maniobras para que en cambio yo abandonara mi vida y fuera a encontrarte. —Cautelosa como una Emma Bovary, poseida de un ennui desconocido e infame— .Yo diría quizás, como artilugio y parte de tus desesperadas maniobras por terminar de romper nuestro antiguo pacto de seguir amándonos a pesar del mar y del viento. Bien salero mío, así es la vida, ante los designios libres y premeditados nada puede el viento, por eso mis letras gastadas e inútiles que te evocan, aún perdida la inocencia y descubriendo que aún me dueles, a pesar de tiempo sin verte, ya no dicen nada. No volveré a fumar eso es verdad, pero tampoco a pronunciar lo que ya nunca te diré.