sábado, 28 de febrero de 2009

ENCUENTROS AFORTUNADOS



ENCUENTROS AFORTUNADOS
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar.)

Es cierto que conforme avanzan los años la sabiduría aumenta, no lo he dicho, ni inventado yo, pero es esa especie de respuestas que vamos teniendo a lo largo de esta vida, las que de alguna manera parecen ir respondiéndose por sí mismas, una especie de comprobación y prerrogativa que nos otorga la vida. Si antes teníamos la pregunta cuya interrogante parecía llegar hasta el infinito por el ansia misma de saber su por qué, después de ya no aspirar nada y ni siquiera anhelarlo, de pronto, después de los años, se asoma esa luz y llega una súbita comprensión, una gran verdad que alcanzamos a vislumbrar.

Si en la Biblia, Jesús nos deja patente que el Amor lo es todo y sin amor no somos nada. En nuestro trajinar por esta vida, un día y otro, vivimos por vivir, nos relacionamos, salimos con amores, pero ninguna experiencia es tan significativa como aquella de encontrarnos con "el amor de nuestra vida", curiosa expresión, que por fortuna no se queda fuera de nuestra epidermis, sino que alcanza a cambiar por completo toda nuestra existencia, y la visión más profunda de nuestra vida, en consonancia con un algo que abarca mucho más allá de nosotros y lo es todo, lo inconmensurable, que es capaz de emocionarnos, tocando la fibra mas sensible de nuestro ser, uniéndonos casi con hilos invisibles al Universo, la luna y las estrellas, convirtiéndonos en ese ser cósmico que palpita y siente al unísono de un todo integrado, capaz de cobrar vida y razón de ser. Ese algo que además nos transmite felicidad, un estado de gracia, que nos confiere un halo de belleza, armonía y frenesí, que al parecer no son elementos normales de este mundo mal sano, contaminado e injusto, con el cual nos hallamos a diario en nuestros noticieros y acostumbramos a ver con un cierto rasgo "masoca" y hasta de deliberada satisfacción, en nuestras horas de relax, vaya manera de pasar el tiempo. Que triste destino el nuestro.

Si Dios existe sin haberlo visto, al parecer el amor existe si creemos en él, pero no basta con creer únicamente en el, puesto que siendo algo subjetivo, cada cual alberga su propia idea de lo que es, quizás la única certeza de esta experiencia con categoría de válida sea el encuentro con "un gran amor".

Creo en cierto género de amores diversos, por ejemplo el que Don Quijote de la Mancha profesa por Dulcinea del Toboso, esta ligado a un proceso muy racional, a una fidelidad de caballero, a una cierta lealtad, producto de sus propias elucubraciones; no así el de Gustavo Adolfo Bécquer, que es más bien un amor típico y sentimental, pero en este caso enmarcado en la clasificación de platónico e irrealizado, capaz de hacer sufrir de verdad las más grandes torturas, diferente en cierta medida al gran amor que se profesaran Abelardo y Eloisa, cuya pasión física es innegable, y los posteriores intentos de él por sublimar esa pasión hasta el grado de una exaltación con tintes espirituales, por una trágica e impuesta imposibilidad de realizarse, que rodea sus propias circunstancias.

De cualquier modo, el hallazgo único que admite una marcada diferencia a todas las demás es y será por siempre el encuentro con nuestro "gran amor", sublime don al que no todo el género humano tiene la gracia de acceder. Morirse después de tal gracia y después de haber sido tocado por su influjo, podría ser el mayor y más grande aprendizaje de un mortal, que ha sido transformado hacia el conocimiento de una gran verdad: el Amor. Después de cuya experiencia suprema y a falta de tan excelsa motivación , ya nada puede ser igual en nuestra vida, y aún peor, ya nada significará lo mismo, todo lo demás estará desprovisto de ese contenido y será vacío, gris, insustancial y carente de ese "todo" que le imprime el Amor.

Por tanto, sintámonos afortunados aún habiendo perdido finalmente a un gran amor, porque en definitiva ya nuestra mirada nunca volverá a ser la misma, porque como diría Voltaire "el amor empieza en los ojos" y no hay un gran amor que no se haya revelado a nuestra mirada. Metafóricamente también la visión del mundo habrá cambiado para siempre en nosotros después de nuestro conocimiento del Amor, siempre habrá un antes y un después.

Definitivamente los que hemos sobrevivido a la pérdida de un gran amor y hemos vuelto a sonreír, podemos decir que aún hay vida después de un gran amor.

Barcelona, 6 de mayo de 2006.