sábado, 28 de febrero de 2009

NIEBLA



NIEBLA
(Por. Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Ayer, al hablar por teléfono me dijiste: “Me gusta tu voz”...Y después de seguir hablando, esas palabras se quedaron flotando en el ambiente y caí en la cuenta que aquello me sonaba como un eco, no recordaba otra feliz reminiscencia de este tipo, pero vibró extraño dentro de mi ser. No sabía si lo había soñado antes, si lo había oído en alguna película, si lo había leído en algún libro, pero su efecto no sólo acarició mi ego, sino que me hizo sentirme rara y proverbialmente remota. No quise creer que aquello fueran fragmentos de las memorias de algún Deja vu...¿Para qué?. Sin duda fuiste la primera en decírmelo, mi memoria o lo que quedaba de ella, no había sabido recordar a otro ser diciéndomelo... No como tú, no... No lo recordaba en absoluto. De modo, que toda la extraña confusión que esas palabras me suscitaron, obedecía sin duda a alguna irrealidad, a alguna película escondida por la niebla del olvido, a algún efecto refractario de los espejos de la nada, a algo que parece repetirse debido a algún artilugio parecido a los espejismos del desierto y en donde yo posiblemente estaba muerta de sed y sufría las fiebres de los manantiales fluidos, torturándome. No quise averiguarlo porque ya era extraño el temblor que me provocó, no quise preguntarte porqué decías eso, de dónde había salido, de dónde lo habías sacado tú, quizás de esa misma película que yo creí haber visto alguna vez, o si tu al igual que yo lo habías leído en algún libro extraño que tenía la virtud de dar escalofríos y era tétrico y maldito, por los efectos que llegaba a producirme. Después creí que algunos crímenes imperfectos se llegan a fraguar así, con ese estilo y ese tacto, usando ciertas frases melifluas, oscuras y perfectamente calculadas, que esperan planeando paciente y sigilosamente, lograr ciertos efectos mensurables y premeditados a mansalva. Pero no podía ser que tu, ángel bello y misterioso de la noche, supiera cometer estos asesinatos y estuviese provista de tanta maldad,... No, eso era imposible. Como imposible me pareció que tu premeditaras y calcularas cada palabra que saliera de tu boca.

Nada de eso podía ser, no sabía ni porque me había vuelto cautelosa, ni porque había empezado a cuidarme de casi todo y de todos, ni porque a veces creía tener ciertas reminiscencias de algo, sin saber bien de qué, tampoco sabía porque prefería estar más cómoda en las noches conmigo misma, temiendo siempre a esa suerte de manías recurrentes y desconocidas, sin saber definirlas de una buena vez. Al parecer algo me había hecho daño alguna vez, alguna extraña situación, algunas frases calculadas me habrían producido efectos colaterales, extraños y posiblemente dolorosos. La pregunta era: ¿Cuándo, dónde y por qué?. ¿Acaso en otra vida?. Supuse que los efectos de la niebla se habrían empeñado en dejar mi mente en una abstracta y crepuscular nebulosa y que gracias a la amnesia y al "vacío mental" me sería posible y más fácil seguir viviendo en un presente. Y que merced a aquella fuga psicogénica o disociativa, en el sistema límbico del hipocampo de mi cerebro, que interviene en la retención de recuerdos, mi sistema reticular ascendente que regula el nivel de conciencia, había perdido el hilo de alguna decodificación pasada en mi córtex cerebral, que me obligaba por completo a sumirme paciente y dócilmente, en la niebla del olvido.

Y para finalmente terminar de responderte:

—"Y a mi me encantó tu voz y tus palabras, criatura única y galáctica".

Sólo esperaba que aquella extraña niebla, por demás densa y espectral que lo inundaba todo, que parecía desprenderse como la hojarasca de los árboles en otoño, no las apartara de mi, como en mis otras vidas, otros sueños o pesadillas, porque tu voz y tus palabras eran en verdad, el único poema que alguien había escrito en el viento para mi; esperando que la virtud y la gracia del olvido, no me las arrebatara ya, para poder quedarme y dormirme con ellas una eternidad.

Barcelona, 15 de julio 2008.