miércoles, 1 de abril de 2009

MATAR A LA QUIMERA



MATAR A LA QUIMERA
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Recorrer los pasadizos intrincados de la mente y tomar ventajas para llegar antes hacía una meta, es lo lógico cuando se está en busca del conocimiento y los frutos en sazón parecen estar a punto de caer y desprenderse del árbol del conocimiento para iluminarnos la razón. Alimentarnos de ellos, aún cuando hayamos supuesto que nuestra razón y conocimientos son los suficientes para esta vida. Inútil arrogancia de creernos saciados prontamente de la sabia de Atenea, Diosa griega de la inteligencia y la sabiduría infinitas, hija nacida de la frente de su padre Zeus, con cuya hacha minoica de doble hoja, el labrys, se enfrentó a la guerra, e hizo temblar a Urano y la Madre Gea, con su valor, el arco, la lira y el laurel.

Todo cuanto se ha vivido conforma el cúmulo de experiencias, pero añorar lo que fue es inútil. ¿Para qué hizo Dios a los poetas nostálgicos y tristes?, ¿para qué tendría que regresar la memoria por los parajes idos del ayer?, ¿para qué soñar lo que alguna vez pudo ser y nunca fue, ni será ya?…El olvido no acude presto a socorrer al poeta iluso y soñador, las sombras de una gris nebulosa no se apiadan, con sumergir las memorias en olvido, en cambio el círculo porfiado de la deidad, Nenósine, parece atenazar al pobre y vulnerable poeta de la pluma y el ensueño. Nenósine, dueña de una exacerbada memoria y madre de las musas inquietantes de las fuentes y los ríos, de obstinadas Nereidas, como las bellezas seductoras de Aglaya, Talía y Eufrosine, las tres gracias y deidades griegas del Olympo. Vivir al límite para después olvidar, parece ser la ley que aflige a los poetas de lo muerto, lo caduco, lo fugaz, porque al final ya nada permanece, ni el rosal, ni su perfume, ni el sendero por donde plácidamente y al caer la tarde caminábamos, ni el instinto que exultante de una felicidad desconocida parecía guiarnos, con una cierta tenacidad hacía una magia desconocida, aquel vislumbre de resplandores dorados y bellezas, semejante a un largo e interminable amanecer que ahuyenta las sombras y las sustituye por luz, por belleza, alegría interminable y sin embargo, todo ello pertenece al mundo de lo efímero y lo perecedero.

¿Para qué soñar con lo imposible?, ¿por qué esperar aquello que jamás vendrá a nosotros?, ¿nostalgias, de qué?, me digo yo, el tiempo que se va no regresa nunca más, más en cambio, prosigue incesante su marcha acompasada el reloj, las horas van en progresión, los ríos recorren una vez el cause que los contiene y su torrente los ayuda a seguir sin vacilar, la vida fluye sin cesar en un continuo; si muere una flor o marchita un jardín, después de la noche resplandece otro amanecer, no es que el drama de la vida sea indiferente al dolor o comulgue con la paciencia de una Penélope de Itaca, siempre en espera de una ilusa felicidad. El Tánatos inevitable no impide el trinar alegre de los pájaros, el sol resplandesciente no deja de brillar y dar calor y el escenario no deja por ello de ostentar sus alegres colores, al tiempo que los capullos pugnan por abrirse en un milagro por florecer en primavera.

¿Por qué el anhelo inútil por intentar atrapar las memorias grises de la noche?, insensato poeta de la quimera y de las sombras, infeliz criatura del Erebo, en espera de un Belerofonte, héroe de Corinto, que montado en el caballo Pegaso, dio muerte a la Quimera, resolución táctica y simbólica de una lucha sin cuartel por estar al lado de una naturaleza que fluye, sin osar detenerse en la noche y detener los pesares, cual un castigo impuesto por Zeus a Atlas, perdedor en la Titanomaquia o guerra contra los Olímpicos, a llevar el peso de los cielos en sus hombros...…¡Vaya Quimera!,… habrá que matarte en primavera.

Barcelona, 29 de marzo, 2009