domingo, 18 de octubre de 2009

HABITACIONES FELICES Y CON VISTAS


HABITACIONES FELICES Y CON VISTAS
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)
En el intrincado mundo del hombre, parece impensado el acto de confinarse a una sola habitación, pero eso a veces es mejor a degradarse, tomar drogas, perderse en la vacuidad del consumismo, el consolarse comiendo, cuando en realidad, ese tipo de consuelo deviene de una sarta de frustraciones de otra índole, las economías sumergidas, la pobreza imperante, el no haber conseguido objetivos, el desplome de algunos sueños, las ilusiones perdidas y otras rotas quimeras inalcanzables, las insatisfacciones cotidianas, el vacío por la invasión de una atenazante soledad, la incomprensión de aquellos que estando cerca, parecen existir en mundos paralelos, la ineficaz conexión con otros seres de nuestro entorno, los fallos perdurables que suscitan la sensación de irremediables, como si no pudiéramos permitirnos el lujo de fallar, equivocarnos o errar los caminos o nuestras elecciones, las aspiraciones truncadas, con visos de imposibles, todo ello que va dejando un mal sabor de boca y un gran resquemor en nuestro ánimo, en el mundo de nosotros, los mortales y podrían ser causantes de amilanar y aniquilar la sonrisa y el bienestar de cualquier congénere en cualquier tiempo y lugar.

Sin embargo; he hallado indicios de seres que aspiraron o aspirarían tener su propio Wonderland privado en una habitación, —los más interesantes creo yo—, que nada los ha hecho más felices que ser reos de sí mismo, confinados en cuatro paredes, aquellos quienes después de conocer el mundo quisieron por voluntad propia renunciar a él, aquellos quienes después de conocer las felicidades efímeras, las buscaron en habitaciones cerradas para el mundo y decidieron crearse un mundo aparte y quizás lleno de infinitas posibilidades, donde ellos lograron gobernar y reinar en cierto modo, sin llegar a perder la felicidad, la dicha vedada a los ramplones y llegaron a conocer placeres desconocidos e impensados para una inmensa mayoría de personas; aquellos que se llevaron el scalextric con todas sus rutas marcadas a la habitación, como se lleva el mapa michelín de carreteras antes de un magnifico viaje de vacaciones y aguardaron en las estaciones cerradas y confinadas, el paso de los trenes en el tiempo, con las horas del reloj en los andenes, el maletín de los sueños e ilusiones, el abrigo y el agur que anuncia los adioses y los buenos días, al paso de cada tren en la estación de madrugada o medianoche, según se mire, para no perderse ninguno y llegar a tiempo a las citas con la vida, con la presteza optimista de dar en la diana y alcanzar el éxito primero, que no existe tal vez en ningún otro mundo y realizar los viajes hacía senderos llenos de promesas y razones. Quizás en su mundo también existieron la lobreguez de las tardes fragosas de junio, las tempestades añosas, para las cuales ya previeron los paraguas, la gabardina y los pañuelos blancos, para los catarros, las lágrimas o los sudores del pack del cansancio y la inspiración, que conlleva el trabajo que no reporta dinero, ni se espera y raramente asoma hacia el velo de lo infranqueable y traspasa los confines de esas cuatro paredes.

Encontré grandes figuras del pasado, escritores como el mismo Franz Kafka que habría aspirado gustoso hallar un sótano tranquilo, inadvertido y silencioso, para confinarse y escribir lejos del mundanal ruido y recibir la comida en la puerta cada día; quizás su gran deseo frustrado de soledad y aislamiento, porque por escribir y dedicar su vida a ello tampoco se casó, pese a tener etapas más o menos felices y afortunadas con sus novias de entonces, Felice Bauer, fue una de ellas, cuya correspondencia atestigua su estado de gran felicidad, luego tuvo otra novia o amor frustrado con Milena Jassenska y posteriormente con la judía Dora Diamant. La soledad, el desamparo y su derrumbamiento interno, fueron causa constante de su “agobiante observación de sí mismo”, la desesperación y el absurdo se observan con frecuencia en su narrativa, las claves y leyes incomprendidas que rigen el mundo, contra las cuales parece quedarse perplejo, confundido y revelarse constantemente. La norteamericana, Emily Dickinson, es la poetisa y escritora que más férreamente vive su aislamiento del mundo, quien realmente vivió y murió en el anonimato y quien escribió en la sombría estancia de Amherst, en la que Dickinson escribió toda su obra. Durante al menos un cuarto de siglo, no salio nunca de su casa, ni siquiera ya en sus últimos años de su habitación. Respondió una vez a Higginson, su maestro, al preguntarle si había ido a ver a su médico: “No he podido ir, pero trabajo en mi prisión y soy huésped de mi misma”. Otro grande de la literatura, el eximio, Snob y diletante mundano, Marcel Proust, quien cansado del mundo social en el cual se movía a menudo, anhela huir posteriormente después de una larga vida social y de la dolorosa experiencia de la muerte de su madre. Relata como un buen día se sintió un extraño, vacío y ajeno a todo aquel boato y exuberancia que lo circundaba, para dejar de asistir a las invitaciones constantes, inventándose excusas en un principio y evitándolas por completo después, para vivir recluido en el 102 del Boulevard Haussmann de París, donde pide se recubran de corcho las paredes de su habitación, para aislarse de ruidos y volcarse en su extenso y monumental trabajo por completo, trabajo de gran esfuerzo de memorización e intento de recuperación del tiempo perdido, que le sirvió de aliciente para hallar un sentido real a su existencia, viviendo de noche y tomando mucho café, como lo relataría posteriormente Celeste Albaret, su asistente en esos años y quien estuvo presente en sus últimos momentos de vida.

Friedrich Hölderlin, poeta lírico alemán que se confinó 40 años a sí mismo en Tubinga, escribiendo sus obras y su poesía, incluida su famosa Hiperión, dedicada a su gran amor, una mujer casada con Jakob Gontard, a quien llamó Doitima en su poema Hiperión, dedicándole otros muchos poemas, y cuyo nombre real era Susette. Puedo recordar a un famoso personaje de Melville que se confinó a si mismo en su trabajo de oficina, “Bartleby el escribiente”, incurablemente solitario, llegando a la apatía total y a una gran dejadez para ejercer el trabajo de escribiente para el cual fuera contratado, respondiendo siempre igual y con una gran indiferencia ante los reclamos de su jefe: “preferiría no hacerlo”, quien termina siendo detenido por vago y encarcelado, dejándose finalmente morir de hambre en esa cárcel.

Pero más asombroso y conmovedor que todo historial habido y por haber, es tal vez el confinamiento voluntario y real de millones de jóvenes de hoy en día, llamados los Hikikimori en el Japón de hoy, que juzgo ocurre en cualquier rincón del planeta y cuya tendencia va en aumento. Ello es equivalente a los adolescentes y jóvenes adultos que deciden y prefieren recluirse en sus habitaciones, aislarse paulatinamente más y más, hasta llegar a perder el contacto con sus amistades y hasta con su familia. Es un nuevo fenómeno social que puede darse por desengaños amorosos, con sus colegas o jefes, depresiones, miedos a enfrentarse al mundo, debido a la gran presión que ejerce la sociedad sobre ellos y debido a la vida competitiva y difícil que se presenta, convirtiéndose en parásitos de sus padres y gozando a un mismo tiempo de todas las comodidades, sin esfuerzo alguno, cuyo único contacto con el mundo o los pocos amigos: es el Internet, la televisión y distraerse con los videojuegos, algunos piensan en el suicidio como una vía de escape ante las presiones familiares o sociales, con determinadas fobias inobjetables. Los medios tecnológicos de hoy en día, facilitan el fenómeno y lo hacen mucho más soportable para el Hikikimori, no así para la familia o la forma de volver a integrarlo con la realidad exterior.

Es interesante tener un mundo interior y particular, contar con momentos tranquilos que nos permitan trabajar a gusto y poder aislarse de vez en cuando, pero sin extralimitarnos en ello. Opino que jugar en solitario es extremadamente grato, también lograr ser fieles a nosotros mismos, mucho más el llegar a descubrir que no existen infiernos para los corazones solitarios, y detrás de una ventana también se pueden llegar a vislumbrar, algunos placeres que no conocen los mediocres, sin tener que confinarnos al aislamiento por ello y una especie de encuentro con ciertos paraísos perdidos, imposibles de hallar tan lejos de nosotros mismos.

Avinyó, Barcelona, 12 de octubre de 2009.