jueves, 25 de marzo de 2010

SUCESOS DE LA LUNA ENFERMA




SUCESOS DE LA LUNA ENFERMA
(Por. Gina Martínez-Vargas Araníbar)

En mis manos había caído un manuscrito inédito de un oscuro escritor, al cual supuse benedictino y de convento, pero que alguna vez se enamoró y abandonó sus deseos de confinarse para siempre entre las habitaciones frías y empedradas del Monasterio, perdiendo así sus privilegios de vago-contemplativo, tuvo que hacer de Okupa en algunas casas abandonadas, mientras las musas de la escritura lo poseían e iban poblando su raciocinio de salidas inteligentes e ingeniosas, mientras su libro se iba llenando de páginas y más páginas. Lo llamaré K* por su gran parecido con Kafka, por su intrincado mundo poblado de pesadillas y contradicciones, por sus amores denostados y poco comprendidos, por sus abandonos y negligencias, siempre sobreponiendo a todo y a todos su gran amor enfermizo hacia la literatura. Su mal, no obstante, gratificante y literario, al que el escritor catalán Enrique Vila-Matas dio en llamar: “el mal de Montano”. Un amor desmedido por las letras, la escritura, el embrujo de la palabra impresa y escrita antes que narrada oralmente, con la memoria muy llena del anecdotario y la fraseología de sus protagonistas más eximios, todos ellos harto atormentados en sus momentos de supuesta lucidez, en sus raptos de gran ensoñación, quizás en busca de un algo desconocido parecido a la felicidad y artilugio de evasiones más que deliberadas, para huir del tormento de lo que significa soportar una realidad amarga, nada platónica, poco divertida y con escasas opciones para salir por las puertas del exit, de todas esas historias que significan vivir pisando tierra…Insoportable anhelo del artista, que prefiere mil veces encaramarse al follaje de cualquier árbol, para intentar un vuelo ideal, complicado, dulce, como receta a su mal de Montano…



K*, enamorado de una mujer parecida a una madame Du Barry, amante maitresse de Luís XV, aún casto en casi todos sus pensamientos, tuvo que dejarse pervertir muy dulce y progresivamente, hasta llegar a descubrir un mundo nuevo de la mano de su novia; sin embargo, un buen día se derrumbó y cayó en una terrible crisis existencial llena de preguntas y repreguntas, que no lograron liberarlo de su apatía y duras contradicciones. No era él, se dejó crecer la barba, dejó de sentirse cómodo en este mundo y creyó que debía suicidarse. Ya para entonces su libro inspirado y maldito estaba lleno de páginas a las que llamó: “Sucesos de la Luna Enferma”. Pero el empeño obstinado de su novia lo impidió. Él sin embargo, haciendo acopio de su ya poca santidad, trasladó su noviazgo a la trastienda de la realidad y huyendo hacia Internet, desde donde afirmó sentirse más cómodo, envió tarjetas electrónicas a su no menos enardecida novia, ramos de flores, corazones, mientras ella lo acosaba cada vez más, solicitándole besos y más besos. ¿Besos?, se preguntó entonces el ex monje.¿Pero cómo se dan besos a una novia por Internet?, se interrogó el solicitando un S.O.S que colgó en un foro de los forofos de Internet, que iba precedido del siguiente epígrafe: “¿Cómo besar por Internet y no morir en el intento?”, las respuestas de los foreros menudearon y no tardaron en llegar. Unos decían que besar por Internet era posible, se ponían los emoticones de los labios rojos o mejor aún de los labios rojos que dicen sonoros: ¡¡muach!!, muach!! y ya estas besando…Otros decían que bastaba acercarse a la web-cam con la boca en puchero y bastaba, las opiniones de algunos cubanos lo sacaron de quicio a K* cuando le aconsejaron que debía de mostrar “la bemba colorá” y punto, el beso estaba hecho…En el infinito posible de los besos virtuales, era posible besar sin morir en el intento, pero nuestro ex monje ruborizándose ante las solicitudes de su novia tipo madame Du Barry, se hacía un lío, ni aún en la trastienda del Internet lograba ser un tanto desinhibido y a veces le seguían rondando ideas de santidad y pensaba en el suicidio de los desencantados con la realidad mundana.



Fue en ese trance cuando yo conocí a K* y me dijo: “Soy un amante perfecto, pero de las letras de la A a la Z”, luego me sonrió y añadió: “Hombre, claro, que de a pocos uno se va haciendo mejor amante, eso es seguro… Créame o no, estoy perdido en el dilema de amar sin ser visto… Internet me permite llegar a ejercer el complicado compromiso de las letras y amar virtualmente…”.


—Un momento Señor…

—K*…—completó él mismo.

—¿Qué es ese galimatías de ser el amante perfecto de la A a la Z?, y ese otro intríngulis extraño de amar virtualmente?. —dije, un tanto molesta.

—Bueno, todo no se puede tener, amor a una novia, amor a un Monasterio, la carne, la santidad, los besos volados y castos y los otros que no lo son tanto…—expresó él.

—Supongo que deberá usted casarse o meterse al convento. —repliqué muy convencida.

—Allí esta el dilema, ha dado usted en el clavo, ese es mi mayor problema mujer, abandonar los hábitos y hacerme laico o seguir el mandato de la carne.

—Pero Señor K* yo no le voy a decir a usted qué opción deberá tomar, es su vida, es su decisión. ¿Pero tiene usted alguna novia o todavía?.

—Ella,...la, la condenada Du Barry esa…jaja—río mientras su rostro se tiñó de encarnado al ruborizarse súbitamente.

—¡Ah, pillín esta usted enamorado!—dije cogiéndole una manga de su atuendo de fraile franciscano.

—Ssssss….—arrastró una sibilante “ese”, invitándome a callar.—Es mi secreto, de no haber entrado a este terrible dilema, jamás se lo habría confiado.

Esa misma tarde en la piazza Vittorio de Roma, viendo volar a las palomas, me confesó entre lágrimas el ex monje: “Ho pecato, amo questo, il cosiddetto Du Barry”

—Pero esa es una confesión mi querido Señor K*, —aseveré risueña—. Es un milagro.

—Ya, — pero fuera Monasterio, vida contemplativa, a mis años, viviré de Okupa o la caridad de los seres humanos que es escasa…

—¿Pero no era usted un gran amante?.

—De la Literatura —sentenció él. —Le dejo mi querida amiga el único libro que escribí sobre mis grandes sufrimientos y dilemas…—dicho esto me dejó en las manos: “Sucesos de la Luna Enferma”.


—Fantástico —dije, mirándo esa carátula donde se veía una luna y un fraile de rostro desmejorado y macilento. ¿Esto quiere decir que se casará con la señora esa?…

Chi lo sa…Si me gana la partida del ajedrez o del billar 3D por Internet…—dijo soriendo socarronamente.

Aquella tarde me fui preguntándome más bien, todas las grandes dificultades y equivocaciones del camino hacía la santidad, sobre los grandes dilemas que en extremo tiene un ser que deliberar consigo mismo. Nosotros pobres seres amantes de todo lo bueno y lo santo de este reino de un Dios o de un Diablo, para llegar a conocer el verdadero apostolado de lo que significa vivir pisando tierra. Por cierto, desde aquel día, el señor K* pasa inadvertido vistiendo de sí mismo entre la gente, quizás lleve su “mal de Montano” o desmesurado amor hacia los libros y la literatura, pero creo de algo le habrá servido despojarse de “Los Sucesos de la Luna Enferma”. Un Papageno y un Tamino unidos y felices quizás, símbolos opuestos de la eterna lucha de los poderes entre la luz y la oscuridad.

Barcelona, 02 de enero 2010.