martes, 4 de mayo de 2010

LA ANULACIÓN POR EL MIEDO



KAFKA: LA ANULACIÓN POR EL MIEDO
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Muchas veces son de importancia preponderante en la vida adulta, las experiencias de la infancia, mucho más, con ciertas personas del entorno. Es el caso del escritor checo: Franz Kafka; podríamos decir que la imponente figura de su padre: Hermann Kafka, fue aparte de una relación traumática de amor-odio, una relación muy difícil para un Kafka aún niño, cuyos tortuosos recovecos lo dejarían muy marcado y con una conciencia evocadora casi aterrada por el miedo, aún después de años de escribirle su “Carta al Padre”, que jamás la leería el destinatario, porque su madre intermediaria, no se la hizo llegar y se la devolvió a Kafka. Se evidencia en un fragmento de su propia carta.


“Querido padre:


No hace mucho me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestarte; en parte, precisamente por el miedo que te tengo; en parte porque en la explicación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con mediana consistencia. Y si, con esta carta, intento contestar a tu pregunta por escrito, lo haré sin duda de un modo muy incompleto, porque aún escribiendo, el miedo y sus consecuencias me atenazan al pensar en ti, y porque las dimensiones de la materia exceden con mucho los límites de mi memoria y de mi entendimiento.


Franz Kafka.”

Un hombre de naturaleza extremadamente sensible que quedo marcado para el resto de su existencia. Parecido influjo es de suponer tuvo el padre en sus tres hermanas que lo seguían: Gabriele (“Elli”), Valerie (Vallie), y Ottilie (Ottla), quienes morirían posteriormente en campos de exterminio Nazi.

Sin embargo, Kafka en su fuero interno tuvo tiempo de ir purgando sus propios demonios, relatar sus dolores tortuosos y de ir adentrándose en su lado más oscuro y doloroso, al recordar episodios de su infancia, con la gran sensación de sentirse un esclavo, con unas leyes que a su juicio su padre habría creado sólo para él, leyes que juzgó nunca pudo obedecer del todo, ambos equidistantes y cada cual en su propio mundo; luego estaba el mundo de los otros, de aquellos libres de ordenes y obediencia, los felices. Para el caso describe así el aspecto cruel de su propio padre: “En ti observé lo que tienen de enigmáticos los tiranos, cuya razón se basa en su persona, no en su pensamiento. Al menos así me lo parecía.”


La carta esta plagada de recuerdos negativos y tristemente célebres sobre su padre, sus salidas violentas, los gritos, la dureza extrema que empleaba con él, quizás en su absurda idea machista de hacer de Kafka un chico fuerte y valeroso, los malos tratos a su clientela en su tienda y a sus empleados, razón por la cual él rechazó desde siempre la tienda. Kafka expresa muchas veces la palabra vergüenza para relatar dichos episodios de su infancia, al mismo tiempo que se ponen de manifiesto en él, una sensación de inutilidad, sentimiento de culpa, miedo, repulsión de su padre hacia sus escritos, una gran timidez y una sensación de incapacidad para vencer su miedo al padre. Él mismo escribiría: “Me volví inconstante, indeciso. Cuanto más crecía, mayor era el material que podías oponerme como prueba de mi nulidad; poco a poco tuviste efectivamente razón en más de un aspecto…Tenías una confianza especial en la educación por medio de la ironía, que era a sí mismo la que mejor correspondía a tu superioridad sobre mi.

Con Felice Bauer (1912)

Pero el aspecto de su independencia del padre, estaba cifrado más allá de él mismo, en el ideal de formar un matrimonio, excusa perfecta y plausible como para llegar a conseguirlo, en un intento de evasión del dominio paterno, liberándose al mismo tiempo de su tiranía, críticas, ironía y menosprecio. Su padre, no obstante, concibió el fracaso de su matrimonio como uno más de la lista de sus fracasos. Kafka rememora también su manera de relacionarse con su padre, siempre hablándole entre tartamudeos, por el gran temor que representaba para él. En cierta parte expresa su discrepancia y contradicción con la idea del matrimonio al decir: “el matrimonio me parecía también algo obsceno”…Su padre lo había amedrentado con la idea que debía antes de casarse frecuentar a prostitutas, para lo cual le había dicho previamente su padre: “si tienes miedo, yo mismo te acompañaré”…porque sino, según su padre, corría el riesgo de poner en vergüenza el buen nombre de su familia, entonces ante el dilema como diría él mismo: “habías reprimido, siempre (inconcientemente) mi capacidad de decisión”, ante su pudor, modestia, temor, recelo, servilismo e inseguridad y falta de confianza en sí mismo, abortó 2 veces en su vida llegar al matrimonio, pues “se sentía rechazado, sentenciado y vencido”, según sus propias palabras y rompió su compromiso matrimonial dos veces con su novia Felice Bauer, por su impotencia ante el matrimonio. Escribe en otra oportunidad a su novia Milena Jasenská: "No puedo hacerte comprender, ni a ti ni a nadie, lo que pasa en mi interior.¿Cómo explicarte por qué me ocurre todo esto?. Ni siquiera puedo explicármelo a mí mismo. Pero tampoco esto es lo principal, lo principal es muy claro: me es imposible vivir una vida humana entre los hombres". Otros compromisos sin matrimonio fueron los que mantuvo con Grete Bloch, Julie Wohrizek y Dora Diamant.


Hasta que Kafka decide finalmente dejar de intentar su independencia por el matrimonio. Pese a que ejerce como pasante en un buffet de abogados de un tío materno apellidado Löwy, y posteriormente trabaja en una aseguradora, Kafka fallece sin poder lograr ser él mismo en sus relaciones con las mujeres y más bien se vuelve a hundir en todos los peligros desesperados de la literatura, sin resolver jamás el gran conflicto creado por su padre desde su infancia.


Barcelona, 05 de febrero de 2010.