sábado, 2 de octubre de 2010

LA VIDA INVENTADA DE QUIENES PUDIERON EXISTIR



LA VIDA INVENTADA DE QUIENES PUDIERON EXISTIR
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Adentrarme en la historia de los heterónimos es como tratar con ciencia ficción, unos somos los que poblamos la geografía mundial y otros los que pueblan los mundos del imaginarium, y que pese a haber dejado su estela, su huella, un nombre y una vida de identidad literaria, jamás existieron en la realidad. De esa especie de espectros ficcionales, es que trataré en este apartado, tema por demás osado, desafiante y apasionante, que está presente en el mundo de las letras y me remite a esas fuentes de todas las épocas, en la cual está patente la multiplicidad del artista escritor, en su versatilidad de multiplicarse y disociarse de sí mismo, en aras de un álter ego, que pudo representar una faceta distinta, comúnmente opuesta de su artífice y creador, bien llamado ortónimo, dentro de las figuras literarias.

Existen algunos casos muy notables por su gran envergadura y fama, de falsarios ilustres a veces menos famosos que sus heterónimos, pero que tuvieron su cuarto de hora de gloría, como diría el rey del Pop Art: Andy Warhol, perpetuándose, no sin menos asombro a posteriori, al llegar a descubrirse su verdad, muchas veces por notables y sesudos investigadores en detectar el engaño; otros existieron con más pena que gloria en una especie de anonimato, mientras algunos pudieron ser quizás un secreto a voces, como parte de alguna broma, una ironía filosófica, parte de un proceso lúdico, o formando un artificio burlesco o un humorismo intelectual del non sense.

Lógicamente tiene sus aristas, también se ha llegado a pensar que dentro del mundo interior rico y complejo del escritor creador, existen una serie de factores coadyuvantes de algún problema psiquiátrico, y hasta se relaciona con cierta crisis de identidad, un problema patente de personalidad múltiple, un desahogo de conciencia, o un serio problema de origen histérico-neurasténico, como lo creyó el escritor y poeta lusitano Fernando Pessoa, padre o creador de hasta 70 heterónimos, algunos de ellos destacados, (pero volveré otra vez al apartado de esta gran figura de las letras). Hubieron casos en los cuales se usaron heterónimos por los más diversos motivos, unos para poder realizar críticas sociales, ataques a rivales literarios, ataques al mecenazgo y la riqueza, desengaños por conseguir una vejez más digna en lo literario, económico y reconocimiento, caso del escritor español Lope de Vega, quien se sirvió de heterónimos con intención burlesca o para ironizar sobre ciertos temas.

El escritor y crítico literario Juan Manuel Rozas establece al menos tres características básicas de los heterónimos, aduciendo que la primera es característica externa y las otras dos internas:
1.) La creación de un personaje, entre lírica, dramática y narrativa. La fabulación voluntaria de un escritor distinto a uno mismo: un personaje que escriba versos.
2.) Un verdadero desdoblamiento del autor, lúcido y voluntario, como dice Pessoa, con dominio de la inteligencia sobre la emoción, viviendo cada estado del alma.
3.) Una situación de despersonalización aceptada, en la que uno llega a escribir sentimientos distintos a los propios, y aún opuestos. Es decir, que al escritor le dicta un ente de ficción.

Aunque la heteronimia sea una invención literaria, subyace en el hombre una búsqueda existencial, el hecho de sentirse varios, el ser múltiple o disgregado, explicaría la búsqueda de otro Yo ausente y mítico. Pero ya desde antiguo se vio en Nietzche, Sócrates, Platón y el mismo Kierkegaard, un hecho de utilización de máscaras, diálogos consigo mismos despersonalizados, lo mismo que en Shakespeare, suponiendo así que cada heterónimo representa una forma de ver el mundo, una dialéctica de la identidad, o una especie de saudade de felicidad infantil, como parece le ocurría a Pessoa, quien jamás abandonó el gran recurso imaginativo de su infancia, potenciado en su adultez en recreaciones literarias, donde llega a explotar una diversidad de posibilidades creativas, con características definidas dentro de la literatura.

Obviamente tenemos a los famosos heterónimos de escritores famosos, entre ellos destacar al burlesco por excelencia, Lope de Vega y su heterónimo el licenciado Tomé de Burguillos, quien fuera a su vez autor de sonetos de influencia petrarquista como: “Rimas Humanas y Divinas”, 179 poemas, entre los que se encuentra el poema narrativo “La Gatomaquia”. Se le atribuyó así mismo a “Amarilis” supuesta poetisa peruana, de quien se dijo fuera monja y admiradora suya, autora de “Epístola a Belardo”, que se publica en 1621.

El romántico inglés Thomas Chatterton, fue uno de los más arteros falsarios de la historia, que fallece por suicidio antes de los 18 años e inventó más por necesidad de ayudar a su familia, una serie de falsificaciones supuestamente medievales, manuscritos que simuló eran del Siglo XV y cuyo autor según dijo fue del monje Thomas Rowley, a cuya obra designó su autoría, las églogas: “Eleonure y Juga”, venta que le dio dinero y fama, y algún placer de burlarse de eruditos de la época. Finalmente el caso Chatterton fue descubierto por el profesor Skeat, quien demostró el carácter falso de la obra y que Rowley era Chatterton, cerrando así el debate.

No podría excluir de este apartado a James Macpherson, creador del tan famoso, bardo celta: Ossián. Para quien escribiría: “The Works of Ossian“ (1761) y “Fingal”, poema épico sobre el rey Fingal. El prestigio de esa obra fue enorme para los románticos europeos de entonces y libro de lectura preferida de poetas y filósofos famosos de esa época. Así mismo, Samuel Johnson dictaminó finalmente que sus poemas, eran en realidad obra de Macpherson, además jamás pudo mostrar el material original.

Fernando Pessoa, poeta lusitano, fue otro de los grandes ortónimos de heterónimos como: Chevaliar de Pas (el menos conocido de todos); Álvaro de Campos, autor de poemas como “Tabaquería”, autor de: “Oí contar que otrora cuando Persia”, “Poesías de Álvaro de Campos” (1944) y supuesto ingeniero, quien tuvo varias fases poéticas. Ricardo Reís, Latinista monárquico, según Pessoa se trasladó a Brasil y de obra clásica y depurada, autor de: “Odas de Ricardo Reís” (1946); Alberto Caeiro, Campesino con pocos estudios apenas la primaria, poeta, filósofo, no escribió prosa. Autor de: “Poemas de Alberto Caeiro” (1946).

Antonio Machado, poeta español también inventa heterónimos como Juan de Mairena, personaje filósofo y su maestro Abel Martín, llamando a los heterónimos “Apócrifos o complementarios“; así como el poeta Miguel de Unamuno, inventó al poeta Rafael y autor de “Teresa”. Felix Grande, creo el heterónimo Horacio Martín; José Emilio Pacheco, creo el heterónimo Julián Hernández, a quien hace decir “la poesía no es de nadie, se hace entre todos”. El escritor Julio Cortazar, inventa a Morelli en su novela “Rayuela”, y se cree es el álter ego del propio Cortazar. Valery Larbaud, poeta, escribe poemas que atribuye a su heterónimo: Archivald Olson Barnabooth. También esta el caso del poeta portugués Eca de Queirós, quien establecía una correspondencia que fue publicada con su heterónimo Fradique Mendes. El escritor hispano-mexicano Max Aub, crea al escritor y pintor Josep Torres Campalans, a quien dedica una biografía y para el que incluso pinta cuadros.

Deducimos finalmente que estos escritores u ortónimos, padres o creadores de heterónimos, los crean en base a distintas razones intrínsecas, ya fuere por un perpectivismo literario, una tendencia de expresión múltiple, un afán por lograr la destrucción de su propio Yo, o ironizar desdoblándose a sí mismos, intentando una forma de cosmovisión, procurando como diría Pessoa “ser plurales como el universo”, sin embargo, con la melancolía impresa y desilusión definitiva y amarga, de que todo es nada.

Barcelona, 13 de junio, 2010