sábado, 2 de octubre de 2010

MIS MOMENTOS BARTLEBY Y LA NADA



MIS MOMENTOS BARTLEBY Y LA NADA
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)

¿Qué es lo que no se ha dicho todavía?, era la pregunta que rondaba mi mente. Yo tenía al parecer una prisa implícita por terminar de contarlo, de reseñar los sucesos imprevistos y de alguna forma pertinaces, que asaltaban mi cabeza. Por otro lado, yo misma deseaba terminar para siempre el blog, desaparecerlo inadvertidamente, desligarme de lo que algún día fue, en cada post veía yo el final, trasladando quizás otros advenimientos de finales aún desconocidos, que rondaban mi vida…Era muy fácil dejarlo morir por falta de atención, por abandono, mirarlo de lejos y desde la perspectiva inanimada, insensible, aprender a prescindir de la manía de ir alimentándolo, poder despedirme de él sin tener que voltear siquiera a mirar lo que dejaba perderse en el ciberespacio, ni sentir un resquicio de nostalgia. Por otro lado, me preguntaba también para quienes ejercía yo este ejercicio inútil, para mi, para los otros o para los que sí sabía ansiaban saber de mi sólo por el blog, y mi existencia les era totalmente indiferente, pues los comprendo, se está mejor en el innegable anonimato y el silencio, como un Wakefield, espiando los sucesos de la vida de algún ser querido…Ahora, bien podía yo seguir bromeando hasta el infinito con el juego de las letras, podía yo mofarme eternamente, con las reminiscencias o los descubrimientos más cercanos al common sense…Por otro lado, allí estaba la eterna vorágine de las palabras, la perpetuidad constante del placer creador, también el inconcluso y casi enfermizo aborto de las ideas, en pos de la nada cotidiana, la suma de todos los arquetipos del No que parecían acompañar mi intemperancia, mi excesiva certeza en las desapariciones que se disgregan en el tiempo y nos dan cuenta de la fugacidad de las cosas, y hasta de lo poco originales que podemos ser.

Al tomarme el último gazpacho del verano, me asaltaron todavía más interrogantes sobre el tiempo y la vida, sobre mi necesidad de ponerme hacia el lado de la vida, mi intento de salvaguardar algunas vidas de inocentes animales, a quienes ocasionamos el lastre de la infelicidad y por quienes ni siquiera nos mueve un resquicio de compasión, vista así la existencia, me pareció inútil seguir alimentando un blog sin sentido, un blog para los hombres y el egoísmo de algunos intelectos poco humanos, entonces supe que mi pulsión heterodoxa iba encaminada hacía el imperativo del No. Estaba más cerca del Bartleby de Melville, cuya negación constante lo convierte en alguien desmotivado y capaz de revelarse contra todo lo establecido y admiré con más sentido que nunca lo que dijera Oscar Wilde: “Cuando no conocía la vida, escribía; ahora que conozco su significado, no tengo nada que escribir”… Sabiduría de la madurez y de los años. Por el contrario algunos persisten hasta su último aliento. Ya en la dedicatoria del Persiles, el mismo Cervantes de las letras castellanas nos escribe el 19 de abril de 1616: “Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo esto. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”. Moría el 22 de abril de 1616.

Dentro de la alquimia existencial, habría preferido salvar más vidas, dar más felicidad, ser más útil a mis congéneres y a los animales, a quienes creo víctimas inocentes de nuestra gula primitiva, un desinterés irresponsable y una gran indiferencia por acercarlos hacía una existencia mejor y más digna, en fin, si escribir me estuviera vedado habría usado más energías en actos de amor y compasión, que en digresiones inútiles y humanas, sin humanidad alguna.

No son menos razonables las reflexiones y respuestas que dio el poeta catalán Jaime Gil de Biedma, sobre el no escribir: “Quizá hubiera que decir algo más sobre eso, sobre el no escribir. Mucha gente me lo pregunta, yo me lo pregunto. Y preguntarme por qué no escribo, inevitablemente desemboca en otra inquisición mucho más azorante: ¿Por qué escribí?. Al fin y al cabo lo normal es leer. Mis respuestas favoritas son dos. Una, que mi poesía consistió —sin yo saberlo— en una tentativa de inventarme una identidad; inventada ya, y asumida, no me ocurre más aquello que apostarme entero en cada poema. Y en parte, en mala parte, lo he conseguido; como cualquier poema medianamente bien hecho, ahora carezco de libertad interior, soy todo necesidad y sumisión a ese atormentado tirano, a ese Big Brother insomne, omnisciente y ubicuo: Yo. Mitad Calibán, mitad Narciso, temo sobre todo cuando le escucho interrogante junto a un balcón abierto: “¿Qué hace un muchacho de 1950 como tú en un año indiferente como éste? All rest is silence”.

Es obvio, no tenemos todas las respuestas, Juan Rulfo, escritor del NO, respondía a quienes le solían preguntar tan a menudo sobre su gran silencio literario, que muerto su tío Celerino, quien le contaba historias que le inspiraban, falto de inspiración había quedado. Como quien dice “muerto el perro, muerta la rabia”. Buena excusa para poder permanecer impasible con el síndrome Bartleby. Así mismo Jules Renard, prefirió darse el mismo las respuestas en su diario: “No serás nada. Por más que hagas, no serás nada. Comprendes a los mejores poetas, a los prosistas más profundos, pero aunque digan que comprender es igualar, serás tan comparable a ellos como un ínfimo enano puede compararse con gigantes (…) No serás nada. Llora, grita, agárrate la cabeza con las dos manos, espera, desespera, reanuda la tarea, empuja la roca. No serás nada.”

Contaba Borges sobre la extraña desaparición literaria del escritor y poeta argentino Enrique Banchs, : “En la ciudad de Buenos Aires, el año 1911, Enrique Banchs publica Urna, el mejor de sus libros, y uno de los mejores de la literatura argentina: luego misteriosamente enmudece.. Hace veinticinco años que ha enmudecido”. Intentando darse una respuesta dice a su vez: “Tal vez, como a Georges Maurice de Guérin, la carrera literaria le parezca irreal, esencialmente y en los halagos que uno pide. Tal vez no quiere fatigar el tiempo con su nombre y su fama…o Tal vez— dice en otro apartado—, su propia destreza le hace desdeñar la literatura como un juego demasiado fácil” concluye Borges.

Comenzaron ya las lluvias y me remito a mi vez a unos recuerdos plasmados en el diario de Kafka, invadido por una parálisis en la escritura: “Así me va el domingo apacible —escribe Kafka— , así me va el domingo lluvioso. Estoy sentado en le dormitorio y dispongo de silencio, pero en lugar de decidirme a escribir, actividad en la que anteayer, por ejemplo, hubiese querido volcarme con todo lo que soy, me he quedado ahora largo rato mirando fijamente mis dedos. Creo que esta semana he estado influido totalmente por Goethe, creo que acabo de agotar el vigor de dicho influjo y que por ello me he vuelto inútil. (…) Y que me impide totalmente escribir.”

Así voy atesorando mis pocas obligaciones y el tiempo que me queda para perderme un poco más en el vagabundeo de la nada…Observando el paisaje, el techo de mi habitación y esas constelaciones que se agitan sin cesar, siguiendo su elíptica cansina y aburrida, como tan misteriosa, mientras yo me complazco en los otros mundos, con su dolor y esa densa letanía que parece perseguirme y ofrecerme otras tareas y misiones humanas por cumplir aún.

Barcelona, 20 de septiembre de 2010.