lunes, 25 de abril de 2011

LOS AMORES DESTRUCTIVOS

LOS AMORES DESTRUCTIVOS
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar)



Para el dramaturgo Irlandés Oscar Wilde, genio preclaro de las letras Inglesas, enamorarse de una persona inconveniente y de muy distinta forma de ser, le costó muy caro. Tal parece que a ciertos genios y hombres ilustres, nada los derribará, sobre todo si han logrado influir tanto en una época y en el mundo de las letras, aparte de destacar con tanto ingenio y sapiencia en su propia formación, tan llena de premios merecidos, becas y ser una persona brillante, bastante relevante y conocida desde su época de estudiante por sus méritos, tanto en su formación en Literatura Clásica, Griega y Latina; sus conferencias en Estado Unidos, la publicación de sus libros de la más distinta índole, pues destacó en los distintos géneros, escribió: Prosa, poemas, ensayos, cuentos y teatro con bastante belleza, erudición e ingenio y siempre se destacó de él su inteligencia y su gran poder de influir en su medio, con su vestimenta extravagante, peinados de postura esteticista y decadentista, que muchos jóvenes de entonces intentaron copiar. Fue indudablemente una personalidad destacada de la época Victoriana, en la cual vivian.

Según se afirma en el año, 1891 Oscar Wilde de 37 años conoce a “Bosie”, Lord Alfred Douglas, hijo de los marqueses de Queensberry, de 21 años, quien es tristemente conocido por ser la problemática y conflictiva pareja de Oscar Wilde y quien fuera dado a conocer a fondo en la carta “La tragedia de mi vida“ (Carta a lord Alfred Douglas), epístola escrita por Oscar Wilde a su amante, durante su estancia en la prisión de Reading, en 1897, la carta también ha sido dada a concer como "De Profundis", y sólo vería la luz parcialmente al ser publicada en 1905, por su amigo y periodista Robert Ross, a quien Oscar Wilde se la confió. La versión completa la publicaría Vyvyan Holland, hijo de Wilde en 1949, y recién se hizo de dominio público a partir del año 1960, debido a contrastaciones y correcciones posteriores.

La carta está redactada con ese estilo que caracterizó a Wilde, exquisito, profundo, a veces exaltado, que va desvelando sus distintos estados de ánimo, el verdadero desgarro de haber caído tan bajo, la humillación, el dolor de ir poco a poco perdiéndolo todo: esposa, hijos, amigos, fama, fortuna, su casa, sus libros y la gran afrenta pública que eso significó para él, antes tan destacado y afamada figura de la época Victoriana; sino también el gran dolor que traspasó a sus familiares y su propia madre, quien agravando su dolor, fallece en el lapso de estar preso en la prisión de Reading, donde fue condenado a cumplir dos años de trabajos forzados, tras demandar al padre de su novio, por difamación y sodomía, juicios que perdió, por las costumbres y cerrazón de la época moralista, hipócrita y prejuiciosa de entonces. El juicio a Oscar Wilde, que emprendió con saña el marqués de Queensberry, fue un gran escándalo de grandes proporciones en su tiempo.


La Epístola de unas 248 páginas, si bien es cierto, jamás pierde su belleza expresiva, su nivel aleccionador, su maestría literaria de gran dramaturgo, su cautivadora prosa exquisita y no exenta de poesía, sorprende paso a paso. Si bien es cierto empieza con cierto reproche a su amante “Bosie”, del siguiente modo: “Luego de una prolongada e infructuosa espera, he tomado la decisión de escribirte, y ello tanto en tu interés como en el mío, pues me subleva el pensar que he estado en la cárcel dos interminables años sin que haya recibido de ti una sola línea, una noticia cualquiera, que no he sabido nada de ti, aparte de aquello que tenía que serme doloroso. Ha concluido para mí de un modo funesto y con escándalo público para ti, nuestra trágica amistad por demás lamentable. Sin embargo, muy rara vez me abandona el recuerdo de nuestra vieja amistad, y experimento una profunda tristeza cuando pienso que mi corazón, henchido antes de amor, está ahora para siempre colmado de maldiciones, de amargura y de desprecio. Y con toda seguridad, tú mismo sientes en el fondo de tu alma, que es mejor escribirme a mí, que me encuentro en la soledad de la existencia carcelaria, que no dar a la publicidad, sin mi expresa autorización, cartas mías, o dedicarme poesías, sin permiso alguno también…”

En ella, reprocha a “Bosie” su gran orgullo, sus grandes diferencias sustanciales desde la adolescencia en los estudios. Va formulándose mediante una introspección analítica los pasos que lo llevaron a parar en esa horrenda condición de reo carcelario, lo que estuvo mal de parte suya en cuanto a dejarse arrastrar y lo que fueron excesos del mismo “Bosie”. Va desgranando paso a paso las consecuencias del odio mutuo que parecía anidar entre padre e hijo, el marqués de Queensberry y Sir Alfred Douglas, razón primordial, por la cual, Wilde terminó en prisión, mal aconsejado y envenenado constantemente por su amante para que Wilde denuncié a su padre, con las amargas consecuencias deplorables del caso.

Otro aspecto es su auto reproche y pesar por la mala influencia de “Bosie” en su vida en relación a su propia creación literaria, cuando dice: “Me acuerdo, por ejemplo -a fin de citar un solo caso entre muchos ,que, en septiembre de 1893, arrendé varias habitaciones amuebladas, con el único propósito de trabajar sin que me molestasen.


"Había rescindido mi contrato con John Hare, a quien había prometido una obra teatral, y que me urgía para que le diese término lo antes posible. En el transcurso de la primera semana, no te dejaste ver; habíamos disputado, lo cual no podía dejar de ocurrir, a raíz del mérito de tu traducción de Salomé"
.

"Te limitaste a escribirme, diciendo al respecto los mayores dislates. Escribí y terminé hasta en sus mínimos detalles, durante aquella semana, el primer acto de El marido ideal, dejándolo tal como en definitiva hubo de ser representado. Volviste a aparecer la segunda semana, y mi trabajo se acabó… .Tan sólo pienso en la naturaleza de esa amistad, en tanto perduró. Espiritualmente, me ha envilecido. Se encontraban en ti, en germen, los impulsos de un temperamento artístico; pero di contigo demasiado tarde, o demasiado temprano, no puedo puntualizarlo. Cuando te hallabas lejos, en mí todo se iba ordenando a la perfección.

"Cuando -a principios de diciembre del año antes mencionado- conseguí que tu madre te enviase al exterior de Inglaterra, de inmediato torné a juntar las embrolladas y rotas mallas de mi imaginación, recobré otra vez el dominio sobre mi vida, y no solamente finalicé los tres actos de "El marido ideal que faltaban, sino que imaginé también otras dos obras de índole completamente distinta: La tragedia florentina y La santa cortesana, estando casi en un tris de ponerles punto final. De pronto, sin que te llamaran, en momento escasamente oportuno, en circunstancias que habían de ser nefastas para mi felicidad futura, te haces presente en mi casa. Y no pude ocuparme de nuevo de esas dos obras sin terminación aún, y nunca, en lo porvenir, pude retornar a aquel estado de espíritu que les insuflara vida. Tú mismo, y en especial ahora que ya has dado a la publicidad un tomo de poesías, comprenderás cuán cierto es lo que acabo de decirte. Pero, lo comprendas o no, ésta es, de cualquier manera, la horrible verdad de la intimidad de nuestras relaciones...“

"En tanto estuviste a mi lado, fuiste la causa de la ruina total de mi arte; y por esto, porque consentí tu perenne presencia entre el arte y yo, siento ahora semejante vergüenza, tan insuperable pesar“...En otro aparte Wilde refiere la vergüenza y lo insoportable de las peleas de "Bosie": "Aquellas continuas peleas que parecían ser para ti una necesidad física, y en las cuales se echaban a perder del mismo modo el cuerpo y el espíritu, y eran tan horrorozas de ver como de oír..."

De esta misma forma Wilde consintió con una gran permisividad y flaqueza, por debilidad de carácter, que Sir Alfred Douglas, le fuera arruinando totalmente la vida, quien lo llevó a una vida de gastos y caprichos caros, a estancias en Grandes Hoteles, viajes de placer y una asidua concurrencia a restaurantes de lujo, que poco a poco fueron minando con la economía de Oscar Wilde, gastos en el juego, los caprichos de “Bosie” y sus extravagancias, de este modo resultó ser un novio totalmente pernicioso para Wilde, porque no sólo exigía caprichos excesos y grandes festines mundanos, sino que su naturaleza egocéntrica por sentirse halagado y un afán exhibicionista, parecía ser el motor de toda su necesidad de boato y pasos por lugares caros, hechos no exentos de una gran vanidad y un caracter dominante, caprichoso e insoportable.

…Desgraciadamente he sacrificado por ti mi arte, mi existencia, mi apellido, mi posición ante la posteridad, y aunque pudiese tu familia poseer todas las maravillas del mundo, el genio, la opulencia, el elevado rango, y otras cosas por el estilo, y lo depositase todo a mis plantas, ni siquiera podría pagarme la décima parte de las cosas más nimias que me fueron arrebatadas, ni una sola lágrima de las últimas que vertí. Sin embargo, es preciso que se pague todo cuanto uno hace. Hasta cuando se ha sido declarado en quiebra. Tú, por lo que advierto, supones que la quiebra es un medio muy cómodo para no saldar las deudas“.

Lord Alfred Douglas nunca mereció el amor y la gran generosidad del dramaturgo Oscar Wilde, la mayoría de las veces sus actitudes fueron cobardes, deplorables y vergonzosas, mucho más después de la muerte del escritor. Alguna vez le dijo: "Dejas de ser interesante cuando no te hallas en tu pedestal", a lo que Wilde escribió: "Debo confesar que, al terminar de leer tu carta, me sentí mancillado, como si el trato con un individuo de tu índole, me hubiera hollado y deshonrado de una manera irreparable".

En otro apartado Oscar Wilde, dice lo más revelador de su propio caracter débil y generoso siempre con "Bosie", y del afán siempre oscuro, trepador y prepotente de "Bosie": " Premeditadamente, sin que te impeliese a hacerlo, te introdujiste a la fuerza en mi terreno, y usurpaste un puesto al cual no tenías el menor derecho, ni para el cual eras idóneo, logrando con tenacidad singular (me recuerda algún caso conocido de arribismo), que tú presencia fuera uno de los elementos esenciales de todos y cada uno de mis días, recabando para ti mi vida entera, sin hacer con ella nada mejor que destrozarla"...



La carta a su novio reflexiona mucho sobre lo esencial y superficial de esta vida, sobre lo que envilece al hombre y lo que lo va perdiendo. Lástima, que tuviera que ser una practica necesaria y posterior a su encarcelamiento y no una previsión que lograra evitar tanto dolor y desdicha en Wilde. Es sin embargo, como un gran viaje a través del dolor, una transformación hacia la redención espiritual, una metamorfosis humana de liberación y reconquista de sí mismo hacia un nuevo hombre, que a posteriori se guiará con un espíritu cristiano y buscará su felicidad en las pequeñas grandes cosas de esta vida, para alcanzar la paz, emulando a Cristo en sus grandes lecciones de amor, perdón, y desterrando el rencor. De hecho, en su lecho de agonía y conciente, abrazó el catolicismo en una breve ceremonia religiosa.

En 1897 Oscar Wilde sale de la cárcel de Reading, y pese a la negativa de los familiares de ambas partes, y a pesar a conocerlo más en base a sus hondas reflexiones, volvieron a vivir juntos "Bosie" y Wilde, durante unos tres meses en Nápoles, cuando las ayudas de cada familia les fueron quitadas, se tienen que separar para siempre. Sólo a los tres años de haber abandonado la prisión de Reading, en 1900, Oscar Wilde fallece, solo, triste y arruinado en París, en el Hôtel d'Alsace, núm. 13, de la Rue des Beaux Arts, víctima de una meningitis, que empezó como una otitis aguda, tan sólo a sus 46 años de edad.

El escritor español José Antonio de Villena, escribió: "Charlatán Crepuscular" sobre los amores desgraciados del escritor Oscar Wilde con Lord Alfred Douglas, en 1997. De sus amores inconvenientes y destructivos se han hecho otras representaciones teatrales y escritas.


Barcelona, 12 de Abril, de 2011