sábado, 28 de febrero de 2009

ESCRIBIR O MORIR



ESCRIBIR O MORIR
(Gina Martínez-Vargas Araníbar)

Siempre sentí que me era preciso escribir, pero expresarme a través de la escritura es un ejercicio en extremo íntimo y profundo, siempre fue algo que ejercí como un ritual mágico y secreto, que requirió un afán inquisidor y liberador de mis propias presiones, un proceso extraño de todo cuanto sentía rebasarme, de todo lo incomprensible, ignoto y cabalmente desconocido, que no tiene un nombre o no cabe en las palabras conocidas y descubiertas. Nunca lo he logrado traducir del todo, sólo quizás intentándolo me habré aproximado a plasmarlo, será por ello el desasosiego de alguien que como yo escribe o lo intenta con cierta frustración. Hay mundos que no alcanzan a plasmarse en las pocas letras de un alfabeto, sentimientos y emociones que escapan y son ajenos a las letras, que en verdad no se escriben ni deberían escribirse jamás tal vez, porque no existen allí, su frecuencia es otra, son como ondas disímiles, una suerte de música sin letras que lo llena todo, como el silencio. A menudo me he quedado corta, poco experta y extrañamente cicatera, merodeando entre la A y la Z, sin éxito, ansiando redondear “aquello“ que está en alguna parte y me perturba, cuyo lenguaje y forma de expresión me es vedado tal vez como castigo.

La metanarración me parece algo más íntima porque parece estar basada en alguna experiencia directa, pero no obstante, en casi todo lo autodiegético parece existir un ego desmesurado, por eso inventaría Greimas a los actantes, por eso estarán tal vez las “voces narrativas”, ese deseo de enmascararse, de envolver y refractar la propia imagen, una fuerte voluntad de ocultamiento, una fuga perpetua y un deseo que tras el anonimato abarque una especie de enclave común con un algo universal y más afín a un todo. Será por todo esto que huyo de las particularidades sin sustancia o las que simplemente no alcanzo a desmenuzar de este modo.

Sospecho que a casi todas las que pasamos de los 40 nos dice algo un flashback literario, porque podemos empezar a creer que “existe”, aunque sepamos sea meramente literario, porque podría abarcar una conciencia común de algo que también hemos vivido, conocemos o es verdad; no obstante, la temporalización prospectiva de un Flash-Fordward, o una prolepsis que mira hacia delante, nos puede llegar a parecer algo más fantástica, por las miles de formas posibles de resolución de una realidad futura. Creo que nuestro lado oscuro es capaz de iluminarse cuando se produce una instancia reflexiva, vale decir una especie de flashback. De allí a la infinidad de digresiones a las que se pueda llegar al escribir algo, es un mundo. Humanamente un Flaubert o un Balzac nos parece más íntimo y personal que un Asimov o un Bradbury, unos padecen y tienen carne y otros parecen sobrevivir y tener que adaptarse en nuevas construcciones futuristas y ser de latón o de cartón piedra, donde se mueven cosas más singulares y ajenas a lo que nos es común. Infiero de ello todo cuanto entraña la noble tarea de la escritura: lo creíble, lo increíble, lo que parece tener impresa nuestra huella y ese algo escrito en nuestras venas, en nuestro código genético y venir de nosotros mismos y que aún siendo singular y único es capaz de ser común a todos.

El escritor Enrique Vila-Matas dice: “Escribir es desposeerse, un morir sin detención posible”. Y ¿por qué no un vivir o revivir constante?, creo es un reinventarse a sí mismo muchas veces, un intento de revivir lo ya vivido, de perpetuar el artilugio de una memoria emocional asimilada, un ejercicio de repasar lo almacenado, siempre y cuando se refiera a nuestra realidad, con toda su carga estructural o conjunto de emociones posibles y rescatables.

Nunca quise publicar nada, de hecho jamás escribí para otros que no fuese yo misma, los relatos cortos me los escribí y narré a mi misma en una etapa creativa de evasiones y extravíos, los Stream of Concienciousness, psiconarración o monólogos interiores, me sirvieron posiblemente para vagar por otros mundos, o por manicomios, donde yo era una simple espectadora y pisaba con miedo alguna estrella roja y marciana, donde los bulevares y mis corredores estaban flanquedos de estrellas lejanas que jamás llegaría a coger, pero me dieron la idea de estar viajando en alguna alfombra misteriosa y mágica, sobre todo a estar lejos de mi misma y esa otra realidad, aspirando permanecer quizás en alguna bella infelicidad.

Como terapia bien, de modo que fui perdiendo el caparazón de un Gregorio Samza, para ir dejando los pudores y las vergüenzas, hasta llegar a contradecirme e ir sacando las tintas de calamar y los rubores, hasta sucumbir en la fácil blogosfera del Cyber espacio de los Ínter nautas. Increíble pero cierto. ¡Cosas de la vida!.


Barcelona 28 de mayo de 2008