jueves, 26 de febrero de 2009

HUIR A NINGUNA PARTE



HUIR A NINGUNA PARTE
(Por: Gina Martínez-Vargas Araníbar.)



Me he preguntado muchas veces que es lo que nos hace permanecer tanto tiempo ligados a las cosas o a las apariencias, por qué las cosas materiales finalmente duran más que la vida misma del ser humano. Viendo fotos o recuerdos de seres queridos que ya no están entre nosotros, descubro una vez más lo intrascendente de lo que no lo es. ¿Por qué se hace más patente después?, después de vivir las alegrías, después de experimentar el tiempo, el dolor, la pérdida, la ausencia.

De nada serviría revelarnos como Omar Kayham, el poeta persa, contra nuestro destino existencial o nuestro Dios o Creador, mortalmente heridos por el vacío existencial y propulsados por el vino, como le ocurrió al poeta, volcados tal vez en la escritura de aquellos sus poemas rebeldes e ir desgajando poema tras poema, embriaguez tras embriaguez, su vacío existencial. Comprendemos a Sartre, cuando expresa su espanto y profunda sensación de "haber sido echado al mundo" y tener que arreglársela. Fiel postulado existencialista.

Sin embargo, si huir parece ser el destino del ser humano y de pequeños nos perdemos en la fantasía, de mayores de un modo conciente o inconciente evadimos, buscando perdernos de nuestra realidad, entre los dédalos citadinos, los cines, los bares, la televisión, el ordenador, los viajes, los vicios superfluos, adicciones deliberadas, el tabaco, las malas compañías, drogas, emociones fuertes, repertorio de artilugios por un afán distractivo, que nos lleve a perdernos lejos de nosotros mismos.

Baudelaire, nos dice lo siguiente: "Han ido allí con ilusión de empezar una nueva vida, sí, pero con el secreto deseo de dejar atrás una sombra de sí mismos, demasiado estrecha y opresiva", no obstante concluye, sólo nos enfrentamos de veras a una cosa, la imposibilidad de huir.

Si para Sören Kierkegäärd, la angustia es la imposibilidad del intento, ante la realidad de escapar, podemos decir, el ser humano es experto en intentos y fracasos y sus subterfugios son cada vez mucho más sofisticados y van mucho más allá de la simple cultura del entretenimiento, por denominarlo de algún modo. La necesidad hedonista o de una búsqueda del placer en sí mismo, el ir de compras, el hacernos regalos a nosotros mismos, el ir a gimnasios, el permitirnos comer algo prohibido y la búsqueda exacerbada de la llamada "hormona de la felicidad", la beta endorfina, elemento natural contra cualquier frustración de nuestro tiempo de evasiones.

Siendo proclives al deseo Universal de huida, intentamos huir del hombre viejo o del pasado y nos encaminamos quizás hacia la búsqueda del hombre nuevo y deseado, quizás hacia nuestra memoria genética o tal vez hacia un deseo de huir hacia ninguna parte.