jueves, 26 de febrero de 2009


VIVIR CON TRASCENDENCIA
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar.)

Vivir como si fuera el último día de nuestra vida, puede parecer un dicho interesante sin analizar, puedo asegurar que es muchísimo más que eso, si lo analizamos y profundizamos más en ello. Podemos decir que en esta vida "sabemos" todo cuanto hemos experimentado y es parte de nuestras experiencias, porque todo cuanto hemos internalizado como parte de nuestras íntimas vivencias, tiene un sentido más real, más próximo, cercano y hasta más certero. Todo lo demás mientras no lo hayamos vivido o experimentado, formará parte de toda la teoría o literatura de los otros, del vulgo y de la gente. No nos pertenece. Por eso será que mientras más se vive se adquiere mayor sabiduría, sobre todo y sobre la vida en general.

Siempre la edad temprana es una edad en la que se está por lo general más proclive hacia el error, querer probar las alas a temprana edad siempre puede ser un gran riesgo si no se ha vivido lo suficiente, ya que si las experiencias enseñan y se adquieren con el tiempo y los años, esos vuelos errabundos y experimentales, podrían tener las alas más quebradas en corto tiempo. Si los golpes de la vida nos van enseñando a vislumbrar mejor el panorama de nuestra existencia, aguardar con paciencia podría ser "la norma" para no equivocarse. ¿Pero quién le dice y convence a un joven impaciente, que tenga más paciencia?, nadie...La prisa es signo del joven, el ansia por vivir, la alegría de experimentar implícita de una gran curiosidad, es algo desde luego inquietante y difícil de parar.

El anhelo de vivir con trascendencia se adquiere después, después de los primeros vuelos errabundos de libertad, después de los primeros golpes y decepciones y muchas veces muchísimo después aún, dependerá para ello nuestro grado de insatisfacción o inmadurez, para bajar la guardia e intentar enmendarnos, en busca de otras fórmulas menos peligrosas y menos nocivas para nuestra propia vida, dependerá también de acuerdo a lo fuertes que hayan sido los golpes que hayamos recibido de la vida, de nuestro grado de recuperación y convencimiento que tengamos de las experiencias previas como para "curarnos" de sus efectos nocivos; también del grado de incentivo que tengamos como para repetir las experiencias una y otra vez, errando siempre por el mismo camino o con los mismos medios de antes y por lo tanto aprendiendo poco de las experiencias dolorosas, porque para eso están, para aprender y adquirir experiencia. El método básico del ensayo y el error lo practicamos desde muy temprana edad y con ello vamos llegando al convencimiento de todo cuanto podemos hacer sin recibir dolor o tener una experiencia negativa a cambio. Lo que nos permite crecer "con experiencias" y seguir ampliando las gamas experimentales de todo mortal.

A cierta edad, el convencimiento de algunas cosas es pleno y está impreso dentro de nuestro campo formativo; sin embargo, el miedo a algunas experiencias o el rechazo por habernos llevado a amargos momentos, puede llegar a ser muy negativo, nuestro convencimiento de ellas podría estar distorsionado o parcializado, sin una cuota de madurez y separación de los parámetros normales, nos volverá sobre-protectores con nosotros mismos, extremadamente cautos y hasta eternamente temerosos, lo cual formaría parte de una asimilación negativa de patrones conductuales en nosotros, ciertas fijaciones, ciertos traumas; lo normal, lo sano, es o sería poder pasar de las malas experiencias, recobrando el estado saludable de la "serenidad", que nos impulse hacia una paz interior, teniendo la visión amplia de saber que no con todos nos irá a ocurrir lo mismo, ni hacérselo "pagar" a otros, o a justos por pecadores, como diría el dicho. Cada ser humano es diferente o distinto a otro, por eso el difícil mundo de las emociones, se torna complicado y hay que analizarlo de un modo personal. Pero dejemos esto para los psicólogos o los psiquiatras.

Nosotros intentamos llegar al momento humano y no quimérico de vivir una vida con mayor trascendencia, calidad, positivizando las experiencias previas e internalizándolas a nuestro bagaje interior y al ámbito de nuestras relaciones interpersonales cotidianas, a nuestro particular día a día. Ello ya nos compensará de todas las malas experiencias del pasado. El equilibrio, la paz interna, la armonía con las partes de nuestro entorno, el grado de felicidad y/o satisfacción de metas marcadas y propuestas por conseguir o realizar, ya dependerá únicamente de nosotros mismos. No las podremos conseguir a través de otros, es un proceso interno de asimilación, madurez, para afrontarnos con ello o a pesar de todo a la vida.

El insigne David Thoreau escribe en "Walden" en relación a la experiencia: "Hace unos treinta años que vivo en este planeta y todavía estoy por oír la primera sílaba de los serios o valiosos consejos de mis mayores, pues no me han dicho nada, o quizás no pueden decirme nada, de utilidad. Aquí está la vida, un experimento, la mayor parte del cual aún no ha sido realizado todavía por mi; pero no me beneficia en absoluto que otros lo hayan realizado. Si poseo alguna experiencia que considero de valor, puedo asegurar que mis mentores no me dijeron una palabra acerca de ella (...)". Todos necesitamos vivir y realizar nuestro propio descubrimiento de lo que es esta vida, cómo, viviéndola, experimentándola, nunca nos podrá valer del todo la experiencia ajena.

A veces experiencias cercanas y dolorosas como las muertes, nos llevan a la reflexión sobre la vida y lo pasajeros que somos en la existencia. Si todos tuviéramos estas experiencias bien asimiladas e intentáramos seguir viviendo con cierta calidad, lo sensato sería aprender de ello, a vivir cada minuto tal como si fuese el último, porque la muerte no se nos anuncia, hoy podemos estar vivos y mañana no, repasemos entonces nuestras relaciones importantes, acostémonos cada noche en paz con todos, besemos y abracemos a quienes tengamos más cerca, que no nos avergüence manifestar amor y nuestros sentimientos, ello es lo único real de nosotros mismos, lo único verdaderamente nuestro que podemos ofrecer y dar; por tanto a través del tiempo y las experiencias, la única manera de vivir con trascendencia, es brindar verdad, autenticidad, amor, paz, siendo concientes de lo breves y efímeros que somos, sabiendo que pasaremos, que nuestra oportunidad está en vivir nuestro cuarto de hora con honestidad, perdonando a quienes nos hicieron mal, por imperfectos, incomprendidos o difíciles y en cambio mirar más lejos y mirar las experiencias que nos han enriquecido. Como diría Thoreau: "Cuando tratamos con la verdad, somos inmortales".