jueves, 26 de febrero de 2009

UN AMOR DIFERENTE




UN AMOR DIFERENTE
Sobre el Diario Intimo: "Et Nunc Manet in Te"
(Por: Gina Martínez-Vargas Araníbar)

He querido escribir este artículo, porque a pesar del tiempo de haber leído "Et Nunc Manet in Te" diario íntimo de André Gide, me dejó pensando en las muchas fórmulas y resoluciones que para el amor, nos reinventamos los humanos, porque dentro de su crudeza, gran sordidez y ser descarnadamente incómodo para la sociedad francesa de entonces, ha quedado vagando en mi mente, por lo que fuera un gran escándalo cuando vio la luz en 1924.

Si bien es cierto, nuestra estrechez de miras y nuestras sociedades pacatas, escrupulosas y no exentas de una gran mojigatería, habrán tenido que influir a no dudarlo, como para que un muchacho homosexual como Andé Gide, tuviera que casarse con una mujer. Él dice que amó a su prima Madelaine Rondeaux desde la adolescencia, que su amor por ella era diferente. No estando dentro de sus íntimas causas y razones para llevar a cabo semejante despropósito, llegar a casarse con ella, para jamás consumar dicho matrimonio, se me antoja ya no tan extraño viniendo de alguien cuya tendencia era clara; pienso en su egoísmo en relación a Madelaine o en su engaño premeditado. Entonces era preciso poder pasar de la censura, evitar las murmuraciones de la comuna de Roque-Baignard en Normandía, posiblemente donde Gide llego a ser alcalde; todo ello, para esconder una identidad, que a todas luces llegaría a salir después.

Si los diarios íntimos son escritos con la secreta razón de ser dados a conocer al mundo algún día, con la anuencia de su creador, el "Corydon" (Si el grano no muere) y "Et Nunc Manet in Te", no lo son menos; allí Gide deseó liberarse de sus miedos, deseó redimirse de cualquier culpa y desazón y contarlo todo, quitarse esa loza pesada de sus sentimientos de culpabilidad o deshonra, emocionarnos si cabe, hablándonos de su gran amor por Madeleine o hacernos partícipes de lo veraces de sus sentimientos por ella, como fuere, no pudo evitar plasmar su tormentosa relación con ella, su beligerancia, sus infidelidades tanto con hombres como con mujeres. También cabe preguntarse otras cuestiones éticas, si el amor por ella era tan grande y sublime, ¿Por qué privó a Madelaine de tener descendencia?, y en cambio, tuvo a su única hija Catherine con otra mujer. Si Madelaine lo amaba tal y como nos lo relata él mismo, porque infligirle tantos dolores. El Diario es cruel, descarnadamente doloroso, una historia de amor en toda regla, bajo las infernales señas de una vida libre y disoluta de su autor, a quien ni sus íntimas y dulces confesiones de amor por Madeleine parecen librar de ser juzgado, por la posteridad.

Sin embargo Gide confiesa: "Cómo hubiese podido yo persuadirla de que ningún rostro femenino, ninguna mirada, ninguna sonrisa, ningún gesto, ninguna inflexión de voz, ninguna gracia podían enamorarme tanto como las suyas?. Pues entonces, ¿por qué le daba de ello, tan precaria prueba?". En otro pasaje de su diario, Gide parece echar acusaciones sobre el yerro de un médico con quien tuvo a bien consultar su caso poco antes de contraer matrimonio con Madelaine cuando narra: "Poco antes de mi matrimonio con Madelaine había resuelto, pues franquearme con un médico, especialista de cierta fama, al que cometí la imprudencia de consultar. Escuchó sonriendo la confesión que le hice, tan cínicamente completa como era posible, y me dijo luego: "Dice usted que, sin embargo, ama a una muchacha; y que vacila en casarse con ella, conociendo sus propios gustos...Cásese. Cásese sin ningún temor. Y pronto reconocerá que todo lo demás sólo existe en su imaginación. Me produce usted el efecto de un hambriento que, hasta ahora, se empeñará en alimentarse de pepinillos.—Cito exactamente sus palabras; ¡como que tengo razón para no olvidarlas!— Cuando esté usted casado, no tardará en comprender lo que es el instinto natural, y espontáneamente volverá a él." Lo que no tarde en comprender, es hasta qué punto se equivocaba el teórico...El amor me exaltaba, es verdad; pero a despecho de lo que había predicho el médico, no trajo en absoluto, con el matrimonio, una normalización de mis deseos. A lo sumo obtenía de mi la castidad, en un costoso esfuerzo que solo servía para mayor desgarramiento. Corazón y sentidos me descuartizaban.".

Los agravios mutuos entre Madelaine y Gide eran constantes, siempre perpetrados de una forma sutil y premeditada. Si acaso el gran amor que algún día los uniera, había quedado reflejado en las hermosas cartas y correspondencia que el escritor intercambiara con Madelaine desde muy temprana edad y en ellas deseaba él mismo perpetuara su genio, su talento para la escritura, ya con los conflictos constantes y la mutua complacencia en dañarse el uno al otro, tal fin no fue posible, privándonos para siempre de conocer el interesante intercambio epistolar que mantuvieran en su primera juventud, lo cual fue en extremo doloroso para ambos. "Madelaine ha destruido todas mis cartas. Acaba de hacerme esa confesión que me abruma, me ha dicho que lo hizo inmediatamente después de mi partida para Inglaterra. ¡Oh!, muy bien, sé que sufrió atrozmente por mi viaje con Marc; pero, ¿por qué tenía que vengarse en el pasado?...Es lo mejor de mi que desaparece; y que ya no servirá de contrapeso a lo peor. Durante más de treinta años le había dado yo —y le daba todavía— lo mejor de mi mismo...Ya nada me importa, me habría matado sin esfuerzo...Tomo aspirina para tratar de dormir. Pero el dolor me despierta en mitad de la noche y creo enloquecer. "Era lo más precioso que tenía en el mundo" me dijo ella. "Cuando después de tu partida, me encontré a solas en el caserón que abandonabas, sin nadie en quien apoyarme, sin saber ya qué hacer ni cómo vivir...comencé por pensar que sólo morir me restaba. Sí realmente creí que mi corazón cesaba de latir, que me moría. Antes de destruirlas las releí todas, una a una...Y fue entonces cuando agregó: "Era lo más precioso que tenía en el mundo".

Fueron muchos los "castigos" con que Madelaine atormentó a André Gide, ella le impuso sus perentorias condiciones de un modo tácito, para intentar enmendara su camino o siguiera los designios de una vida diferente, que el espíritu del escritor excesivamente libre anhelaba proseguir, no sin carga, desgarro y debilidad, asunto que fue marcando de grietas, distancias y silencios sus vidas. A pesar de ello Gide jamás dejó de expresar su amor por ella. "Nunca desée nada distinto a su amor, a su aprobación, a su estimación. Y desde que me quitó todo esto, he vivido en una especie de oprobio en el que el bien ha perdido su recompensa y la maldad su fealdad, y hasta su aguijón el dolor..."

El pasaje de las manos de Madelaine es en extremo conmovedor, eran unas manos que Gide amaba y admiraba por su belleza, manos que Madelaine empezó a maltratar para herir a Gide, cultivando el jardín y realizando mil cosas increíbles para dañarlas o afearlas. También se encargó de ir regalando a cualquiera las joyas más significativas que Gide le obsequiara, y ella hizo en detrimento de su amor, por impotencia, por creer que ya no podían suponer nada para él, asuntos que resultaban dolorosamente penosos para el escritor y dejó plasmado en su diario íntimo, como un testimonio de sus vidas y su amor.

Barcelona, 27 enero 2008