jueves, 26 de febrero de 2009

LOS AMORES QUE PERDÍ



LOS AMORES QUE PERDÍ
(Por Gina Martínez-Vargas Araníbar.)

Las historias de la vida se repiten muchas veces, no me he de sentir excluida o diferente de ser parte de esta humanidad doliente y miserable. Freda (de Jean Racine), el Wherter enamorado, la infortunada Dido que amó a Eneas, la pasional Eloísa, Mariana de Alconforado, la monja enamorada del capitán Chamilly y todos los demás amores y desamores anónimos, reales y de literatura.

El trasiego de los días va pasando con sus giros fugitivos…ya nada se detiene…todo pasa. El calendario, el mes, los días. Sólo pocas cosas van quedando, los aromas, los recuerdos, la geometría de las extensiones y medidas, las cercanías, las distancias, los afectos; sincronías del tiempo desdichadas o felices, la profundidad de una mirada y su lenguaje, su luz, el resplandor de su brillo, su belleza; la exactitud de las notas de una sinfonía, la perfección del silencio…El Amor —me gusta escribirlo con mayúsculas—. El Amor no muere, permanece, su efecto es largo y duradero. Aceptar la incertidumbre de la libertad total es posible, esa desnudez total del alma sola ante el dolor, también. El desapego es el ejercicio de los Santos y profetas, para lo cual no nací yo, precisamente.

En la lenta melopea de las horas y el tiempo finito está comprendido el engranaje de una vida, también en las ideas de la falta de un Amor,… en sus ausencias…si ya no está o ha dejado su huella. Poco importa si nos amó o no, interesa más saber lo que nos dejó o fue capaz de suscitarnos, las bellezas que nos provocó, el lograr acercarnos hacia horizontes sublimes y perfectos, la transformación interna que obró en nosotros, los vacíos que llenó y las emociones que nos motivó, la felicidad de dar lo que no sabíamos que poseíamos en abundancia, el esplendor de lo desconocido que logramos ver, o todo cuanto sentimos sin saber que éramos capaces, lo increíbles que pudimos ser y lo bellos que fuimos sin saberlo, estando enamorados . Esa es la magia que obra el amor en nosotros. Subjetivo o no, es interesante entender las evoluciones interiores de nuestro ser ante el Amor.

Sujetos quizás ante hechos naturales y perfectos del destino, me reconozco como un ser privilegiado que a conocido “algo” del Amor, de aquel al cual me gusta denominar con mayúsculas, porque creo es parte de un gran Amor Universal que lo inunda todo, y en el cual aún por incredulidad, ignorancia, pedantería o vanidad, somos incapaces de creer, a pesar de las bellezas naturales, de tener cerca a esas otras criaturas inocentes, como son los animales, que según creo yo, Dios creó para ablandar y conmover nuestro endurecido corazón.

En fin, les debo un reconocimiento tácito a los amores que perdí, que no fueron tantos en número felizmente, porque también sembraron de tristezas mi alma desconocida y neófita, dejando acaso esas pocas cicatrices con que me empeño en creer que estoy “galardona” en un grado mayor, para poder acceder a esa increíble magia, que ocurre pocas veces en la vida y sin embargo está cual una llama resplandeciente y guardada dentro de cada uno de nosotros, pronta a manifestarse cualquier día, cualquier hora, en donde fuere, sin que sepamos el misterio de su cómo y su por qué.